DIFERENCIAS ENTRE EL GENOCIDIO NAZI Y EL ACTUAL
Tras más de 20 meses de tiranía médico-política, mucha gente ha comparado la situación actual con el Holocausto. Incluso los supervivientes de ese genocidio han hecho sonar las alarmas. El rabino Chananya Weissman solía decir que esta comparación le quitaba valor al Holocausto y desmerecía a las víctimas pero finalmente ha admitido que esas comparaciones se quedan cortas y explica por qué.
Aquí expone las diez razones por las cuales ha cambiado de opinión:
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Los Nazis asesinaron a millones de personas pero “su éxito” se limitó casi totalmente a Europa. Aunque tuvieron una buena racha en Europa, e incluso dieron un buen susto a Rusia, eran pesos ligeros comparados con sus actuales protegidos que han dominado prácticamente el planeta.
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En el Holocausto estaba claro quién era el enemigo. Excepto espías e informadores todos llevaban uniformes. Agitaban banderas y hacían el saludo Nazi.
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Hoy las guerras no se declaran oficialmente, los soldados y los verdugos visten como la gente ordinaria, y los verdaderos responsables se esconden en las sombras, desconocidos para el público.
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La guerra se parece a la vida cotidiana. El campo de batalla no son dos ejércitos distintos que se enfrentan, sino una sala de hospital, un centro de cuarentena, una clínica de salud, una universidad, un jardín de infancia. Tus asesinos te sonríen, y la mayoría de ellos creen realmente que están protegiendo tu vida en lugar de cercenarla.
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Hitler necesitaba llevar a la gente a los campos de exterminio; hoy hacen cola para tener ese privilegio, como si fueran animales esperando fuera del arca de Noé.
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Los nazis construyeron una sólida máquina de propaganda, pero los medios de comunicación de masas eran en gran medida independientes, aunque simpatizaran con los malos. Hoy en día, los medios de comunicación son la máquina de propaganda, y apenas disimulan su lealtad a la narrativa oficial. El establishment controla lo que se informa e incluso dicta las palabras que se utilizan. No se deja nada al azar. Hitler estaría celoso.
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Durante el Holocausto no había grandes empresas tecnológicas que lavaran los cerebros de la humanidad las 24 horas, mientras censuran a los disidentes en tiempo real.
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Si los nazis querían cerrar un negocio, o una sinagoga, o segregar a la población, tenían que hacer ellos mismos la mayor parte del trabajo sucio, con la fuerza bruta. Hoy han convencido a la gente para que haga ella misma el trabajo sucio del gobierno. Han enfrentado a familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y correligionarios, con la misma maldad, pero sin paga.
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Los tiranos de hoy utilizan la fuerza bruta en ocasiones limitadas: para enviar un mensaje, doblegar la voluntad de los manifestantes y eliminar a los alborotadores. Esto es vital para su éxito; si hubiera sangre en las calles, la gente organizaría una verdadera revuelta mucho antes de lo que los malos quieren. Necesitan mantener la cara de felicidad y limitar la fuerza bruta el mayor tiempo posible, mientras consolidan el poder. Los nazis no disimularon su sed de sangre el tiempo suficiente. Ahora han aprendido.
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La estrella amarilla durante el Holocausto era una marca de humillación; ningún judío la exhibiría voluntariamente, excepto aquellos con un aire de desafío. La versión actual de la estrella amarilla (mascarillas, pasaportes sanitarios, etc.) se ha convertido en una insignia de honor. Convertirse en esclavo es hoy un acto meritorio, y los símbolos de la servidumbre son una insignia de honor.
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En aquella época, el pueblo no tenía un Holocausto anterior del que aprender. Había tiranía y opresión, claro, siempre las hubo. Pero no había nada como el Holocausto. Es fácil mirar atrás y preguntarse por qué la gente no hizo esto o aquello cuando aún estaba a tiempo, pero eso no es justo. La realidad de lo que estaba ocurriendo era simplemente inimaginable para cualquiera
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Hoy tenemos un Holocausto anterior del que aprender, tenemos innumerables libros, documentales, museos y programas escolares. Incluso tenemos supervivientes que nos advierten. Cuando las generaciones venideras nos interpelen sobre por qué el pueblo no hizo esto o aquello cuando aún estaba a tiempo, no tendremos excusa alguna.
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Durante el Holocausto había lugares para huir. Hoy no hay ningún refugio seguro.
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Se calcula que en la Segunda Guerra Mundial murieron 75 millones de personas. Los que tienen alguna idea de lo que está ocurriendo hoy considerarían esa cifra una bendición.
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En resumen, comparar estos días con el Holocausto es realmente inapropiado. Los amalequitas de hoy hacen que Hitler parezca un aprendiz.
FIN.