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Agenda 2030 – UN INSULTO A LA INTELIGENCIA

 “Ver lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante” –  George Orwell

 

El 24 de octubre hará 77 años que se proclamó la creación de Naciones Unidas, en base a una Carta arduamente negociada entre las partes, de la que el presidente anfitrión, Harry Truman, afirmó en la Asamblea de su aprobación que, gracias a ella el mundo empezaría a vislumbrar el día en que todas las personas dignas podrían vivir en libertad y con decoro. ¿Qué ha ocurrido para que siete décadas después, esta institución haya renegado de sus principios fundadores para convertise en el peor enemigo de la humanidad, ejerciendo el totalitarismo y despotismo más absolutos con fines genocidas?

En la práctica desde sus inicios y con el paso de los años este organismo fue parasitado y cooptado por movimientos elitistas  y eugenistas, de corte comunista, que perseguían fines de un gobierno mundial para el control total de los recursos. De hecho, la estructura política y organizativa de Naciones Unidas es la de un Gobierno Global. El punto clave de esos planes se hace visible en la década de los setenta en la que se potencia el conocimiento de la naturaleza para utilizarla como arma militar. El clima y su manipulación para fines militares se convertirá en el caballo de Troya, seguido de la “guerra al terror”, el nuevo nicho militar de negocio, es decir, el bioterrorismo o la manipulación de patógenos con fines de guerra biológica, como el coronavirus, a partir de la década de los ochenta. Explotando el miedo como instrumento político de control.

Surgen así el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, a cargo de Maurice Strong, y el Foro de Davos a cargo de su amigo Klaus Schwab, cuyo nexo de union era los Rockefeller, casualmente donantes del solar donde se ubicó el edificio de Naciones Unidas. Maurice Strong, que también era amigo de Al Gore, se ocupó de organizar la Primera Cumbre de la Tierra en Estocolmo en 1972 y la de Río de Janeiro en 1992 de la que saldría la famosa Agenda XXI de “Desarollo Sostenible” que marcaba las pautas para todo un siglo. Las tres primeras décadas de esta agenda estuvieron dedicadas a consolidar el fraude científico del calentamiento global por CO2 que justificaría toda una transformación planetaria, desde el uso del suelo a todos aspectos de la vida humana. A falta de un solo estudio científico que avalase ese calentamiento, quienes ya tenían un plan de esclavitud para la humanidad,  determinaron, por consenso,  que el calentamiento global era un hecho. El pequeño inconveniente es que la ciencia no es consenso, ni el consenso es ciencia. Maurice Strong y Al Gore, que con Goldman Sachs y el WWF crearon la Bolsa del Clima de Chicago en 2003 convirtiendo sus mentiras sobre calentameinto global en un millonaro plan de negocios, compartían el mismo manual de trabajo con Klaus Schwab. Así los primeros se encargarían de adoctrinar a los niños y jóvenes del planeta a través del Programa Globe, generando jóvenes líderes por el clima que protagonizarían las marchas mundiales por el clima, entre 2014 y 2018, con Greta al apoyo. Y Klaus Schwab haría lo mismo recrutando y preparando los jóvenes líderes globales que terminarían infiltrándose en los gobiernos del mundo para dar el jaque mate globalista llegado el momento. Merkel, Macron, Trudeau, etc., son solo un ejemplo. Naciones Unidas sentaría las bases para el negocio de la geoingeniería como herramienta de destrucción de la biosfera y transferencia de la propiedad del suelo, y el Foro de Davos se encargaría de apropiarse de ese suelo para su Gran Reinicio de reconstrucción de un nuevo mundo transhumanista.

En septiembre de 2015, poco antes de la Cumbre del Clima de París, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas, todos los países del mundo, como se esperaba de ellos, aprobaron una Agenda denominada 2030 que marcaba los pasos a seguir por los Estados a lo largo de una década, en base a 17 objetivos de “Desarrollo Sostenible” para un mundo más verde, más justo y mejor. Esos objetivos serían recogidos y potenciados por la Cumbre del Clima de París, dos meses después. Y después por el Foro de Davos recogidos en su informe de la 4ª Revolución Industrial (2017).

A efectos aclaratorios, mantenemos que el desarrollo sostenible no es otra cosa que un plan de negocios insostenible y fraudulento de Naciones Unidas y del Foro Económico Mundial para crear la falsa “economía verde” y enmascarar la destrucción del planeta por las corporaciones de Davos mientras se le echa la culpa al común de los mortales. La realidad es que vivimos en un planeta con recursos finitos y que el modelo de desarrollo de nuestra sociedad, del todo irracional, se fundamenta en un crecimiento económico constante basado en la deuda y este en el consumismo que a su vez promueve la obsolescencia programada. Por lo tanto le quitaremos el disfraz “sostenible” a la Agenda 2030 y hablaremos sencillamente de sus 17 objetivos.

Considerando que la lectura de esos objetivos nos deja perplejos debido a que los enunciados y los hechos no tienen nada que ver, debemos al menos preguntarnos:

1. Quién diseña estos objetivos que pretenden cambiar el mundo – y el neolenguaje utilizado -, para entender los fines de los mismos y su credibilidad.
2. Qué capacitación y autoridad tienen quienes diseñan esos objetivos para pretender imponerlos en el mundo entero.
3. Si esa pretensión ha seguido cauces democráticos que cuenten con el consentimiento de la humanidad visto que se dirigen a ella.
4. Dónde queda la representación política en todo ello.

La respuesta es sencilla. Esos objetivos que parecen haber caído del cielo y que de repente se imponen en la tierra como una Ley Divina incuestionable, los han diseñado los mismos de siempre. Es decir, los multibillonarios sin nombre que dirigen el mundo; ese 1% conocido como “las élites” que se creen una especie aparte con derecho a poseer el planeta y a dictar sus leyes a las especies “menores”, a los comedores inútiles, o al ganado humano, como así nos llaman al 99%. No tienen capacitación o autoridad reconocida, pero imponen sus normas a fuerza de corromper y comprar individuos e instituciones porque como decían nuestros abuelos, son tan pobres tan pobres, que solo tienen dinero. Es evidente que estos 17 objetivos que pretenden cambiar el mundo no han seguido trámite democrático alguno, ya que los seres humanos a quienes van dirigidos no los hemos votado; pero al ser por “nuestro bien”, según los autores, lo único que nos queda es obedecer al milímetro. Esto cambia las cosas. Los 17 objetivos de la Agenda 2030 serían en la práctica 17 mandamientos o actos de fe.

A mayores, ese 1%, las élites, son confesadamente eugenistas. Es decir, creen que el mundo está sobrepoblado, que la población entra en competencia directa con los recursos del planeta, que consideran suyos, que los demás somos el cáncer de la tierra y que, en consecuencia, deben reducir la población en al menos 95%, con la inmoral excusa de salvar el planeta. Ese planeta que sus corporaciones están destruyendo por lucro y con la fuerza de las armas.

¿Cómo entonces lograrían nuestro consentimiento a sus planes de exterminio? Es fácil. Durante décadas han invertido en adoctrinamiento al que llaman “educación” con el fin de destruir el espíritu crítico y razonado que nos hace preguntarnos quien, por qué, para qué, con qué consecuencias, etc. Una vez aborregados nos cuentan lo que nosotros queremos oir envuelto en palabras “valoradas socialmente” por ellos y dirigidas a nuestro centro emocional para pasar por debajo del radar de la consciencia. Esto hace que ignoremos la búsqueda de la verdad y la fuerza de los hechos.

Los textos de las Agendas del crimen organizado institucional están diseñados para engañar y escritos por expertos en neurociencias y manipulación mental a fin de hipnotizarnos con frases preciosas envueltas en bonitos colores que alejen de toda sospecha a los sospechosos habituales. Es puro marketing. Pero aquí los necios somos nosotros que nos creemos esas frases ciegamente sin hacernos las preguntas de rigor ni contrastar las palabras con los hechos. La clave para entender el neolenguaje globalista es traducirlo al revés de lo que está escrito. Haciendo bueno el dicho de al revés te lo digo para que a derechas lo entiendas.

Uno se pregunta igualmente por qué hay 17 objetivos cuando muchos de ellos se solapan entre sí. A este nivel, donde no se da puntada sin hilo, este solapamiento no puede ser fortuito. Y no lo es. Detrás de cada objetivo hay al menos diez metas y más de 230 indicadores de logro de las metas; es decir, detrás de cada objetivo hay un plan de negocios desarrollado por un grupo de interés de las élites y diseñado para esquilmar las tesorerías de los países que han aprobado estos objetivos.

No obstante, es vital señalar que entre tantos objetivos no figura la palabra libertad ni la palabra derechos humanos. Esto tampoco es casual. La Agenda 2030 es esencialmente un documento para la esclavización de la humanidad. Porque la esclavitud es la actividad más lucrativa que jamás haya existido, con independencia de continentes y culturas. Siendo la deuda una de las herramientas favoritas.

Vamos a hacer un ejercicio de cordura y a repasar someramente esos 17 objetivos de la Agenda 2030 contrastando los maravillosos titulares, envueltos en papel de regalo, con los hechos reales; teniendo SIEMPRE presente que quienes los han elaborado son verdaderos genocidas y tienen literalmente planificado nuestro exterminio. Esta óptica lo cambia todo. En realidad por arte del doble lenguaje los 17 objetivos de la Agenda 2030 son 17 mandamientos incuestionables que encierran en sí una declaración de guerra contra la humanidad, más o menos encubierta. Y como decía Sun Tzu en su libro “El Arte de la Guerra” Toda guerra está basada en el engaño.

Los 17 objetivos de la Agenda no son otra cosa que un monumento al engaño, el catálogo colorido de todas las agendas psicópatas que las élites han venido gestando desde 1884, de la mano de los Fabianos (UK) eugenistas que buscaban crear una sociedad sin clases y sin Dios. A ellos se sumó el movimiento tecnocrático nacido en la universidad de Columbia en los años 30, y rechazado por la sociedad de ese tiempo, que propone la ingeniería social de la humanidad en base a principios técnicos y científicos, por lo que ésta debía ser gobernada por un ente corporativo tecnócrata que controle todos los recursos del planeta, y distribuya a cada ser humano lo “necesario para vivir”. Estos dos grupos junto con otros linajes oligárquicos variopintos de más largo recorrido, controlaron desde el inicio las Naciones Unidas para convertirla en lo que todos ellos ansiaban: en el perfecto instrumento de gobierno mundial, por consenso o por la fuerza. No ha sido casual que Naciones Unidas haya terminado convirtiendo sus principios fundadores de paz, prosperidad y seguridad en el mundo, en actos totalitarios contra la vida, la paz, la libertad y la prosperidad de los países.

La pregunta que cabe hacerse a lo largo de la lectura de los 17 objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas es: ¿puede alguien creer realmente que esta gentuza que estudia cada día cómo eliminarnos, envenenando nuestro aire, nuestro agua, nuestra tierra, nuestros alimentos, y que esquilma los recursos del planeta para su único enriquecimiento piensa realmente en nuestro bien? ¿piensa en erradicar el hambre y la enfermedad en el mundo? Y ¿a santo de qué, nosotros, que tenemos la maravillosa capacidad de pensar por cuenta propia y de crear las condiciones de nuestro bien, delegaríamos esa capacidad en otros seres cuyo confesado fin es el de liquidarnos?

 

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